Se nota que ya no estamos en las rocosas al bajar 600 metros de altitud y dormir en un valle abierto, las temperaturas nocturnas son llevaderas, el termómetro ha marcado una mínima de tan sólo 6 grados y lo hemos agradecido mucho a la hora de dormir. Hoy toca carretera, pedaleamos por una autopista bastante tranquila que corre paralela al inmenso río Kootenay, entre ambos hay hileras de árboles, y parece mentira, pero tan cerca del trafico hay muchas águilas calvas, águilas pescadoras y halcones que vuelan por encima de nosotros y se posan en los alto de los árboles secos. Es un valle rebosante de vida. El día es tranquilo, el almuerzo lo hacemos en una granja ecológica donde Sharon, la granjera nos proporciona fruta, huevos y verdura recién recogida. Mientras cocinamos, aparece Katherine, una escritora americana residente en Canadá y Japón que habla español. Charlamos con ambas mujeres mientras comemos y tomamos te. Al final abandonamos el lugar con un par de bolsas de almendras garrapiñadas (regalo de Katherine) y el consejo de Sharon de atravesar las próximas montañas por un camino secundario de grava